El sexismo en el arte es una barrera a la que se enfrentan muchas mujeres artistas y ha sido así a lo largo de la historia. El patriarcado es un sistema estructural tan potente que permite que todavía hoy en la inmensa mayoría de museos del mundo la ratio de obras expuestas por artistas hombres sea muy superior a las expuestas por artistas mujeres.

Las obras de arte de mujeres siguen en un plano muy secundario, y aunque desde hace décadas es conocida la trayectoria de importantes artistas de género femenino, la realidad es que sigue siendo muy necesario un trabajo de reconocimiento de su valía.

Si los museos son organismos que conservan y difunden el patrimonio que opera en torno al arte, es obligatorio que estas instalaciones se adecúen a las nuevas lecturas que son propuestas con el avance de los tiempos.

Las mujeres artistas en los museos

En el año 1981 se organizó la Convención sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), bajo el amparo de Naciones Unidas. Ese mismo año se abrió en Bonn (Alemania) el primer Museo de la Mujer, el Frauen Museum.

Tras este llegaron otros, hasta un total de más de 50 en la actualidad. La finalidad de estas instalaciones es poner en valor la importancia de las mujeres en el mundo del arte, sacarlas del olvido y hacer un reconocimiento importante de su aportación a esta disciplina. Sin embargo, además de seguir impulsando estas iniciativas, cabe preguntarse por qué fue necesario levantar museos exclusivamente de mujeres.

Las visitas a pinacotecas, galerías y centros de arte son lugares de memoria cultural. En ellos se muestra la historia siempre bajo el prisma androcentrista. La gran mayoría de espacios expositivos siguen colocando a la mujer en una posición de inferioridad, alejándose en gran medida del papel equitativo que ambos sexos han aportado al desarrollo de la humanidad.

Las mujeres han sufrido la cosificación en las salas de museos. Son muy escasas las colecciones o exposiciones en las que ellas sean verdaderamente protagonistas, y no porque no haya mujeres artistas o su trabajo sea de menor valor, sino porque el papel del museo como institución sigue siendo tremendamente sexista.

Una de las pinacotecas más importantes del mundo, el Museo del Prado, no inició exposiciones de artistas mujeres hasta el año 2016, cuando es una institución que tiene más de 200 años de historia. Se trató de un monográfico sobre la artista flamenca Clara Peeters. Tres años más tarde fueron Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana.

En los últimos años muchos museos están intentando incluir a más artistas femeninas en las nuevas colecciones presentadas. Tienen muy en cuenta la perspectiva de género, pero el camino que queda por recorrer es aún muy largo, algo que ya pusieron de manifiesto las Guerrilla Girls.

Vanitas, probable autorretrato de Clara Peeters  (1613-1620)

Las Guerrilla Girls

Pocos años después de la inauguración del primer Museo de la Mujer en Bonn se expuso en el MOMA de Nueva York la exposición de arte contemporáneo An International Survey of Painting and Sculpture.

Esa cita ofrecía obras de 169 artistas, pero solo 13 de ellos eran mujeres. Pronto, un grupo de protestantes, todas ellas mujeres, comenzaron a mostrar rechazo a las puertas del museo. Se hacían llamar las Guerrilla Girls e iban ataviadas con máscaras de simios.

En esta protesta participaron mujeres de todas las edades y procedencias étnicas. Utilizaban una máscara del personaje de KingKong para señalar el dominio masculino, pero en sus intervenciones tomaban como pseudónimo nombres de artistas femeninas: Frida Kalho, Lee Krasner o Eva Hese.

Eran mujeres feministas que señalaban abiertamente al mundo la injusticia del mundo del arte, la posición de inferioridad que vivían las mujeres en esta disciplina. Las acciones de protesta en el MOMA continuaron con otras más adelante, en las que denunciaban el sexismo de coleccionistas, críticos y propietarios de galerías de arte.

La actividad de las Guerrilla Girls se expandió a otros temas como los conflictos bélicos, el aborto, la violación y la pobreza. El objetivo inicial se mantenía, que era el de conseguir una mayor repercusión para las mujeres en el arte. Ya no era tanto alcanzar una representatividad del 50% en las exposiciones, sino lograr que no existieran barreras para la visibilidad de las artistas femeninas.

A partir del año 1999 las Guerrilla Girls comenzaron a disgregarse, incluso con algunos episodios judiciales un tanto desagradables. No obstante, este movimiento de denuncia y crítica social que se extendió por más de una década fue muy relevante para avanzar en la igualdad en el mundo del arte. No fue el primer acto multitudinario de protesta, pero sí fue original, irónico, descarado y eficaz.

Poster Guerrilla Girls (1989)

La lucha continúa: Riot Grrrl

La lucha de las Guerrilla Girls sirvió de inspiración para la aparición de las Riot Grrrl. Este movimiento no está tan plasmado en el arte plástico, sino en la música. Todavía hoy se considera una pieza clave en el feminismo mundial.

Este fenómeno es la expresión de un manifiesto punk necesario para enfrentarse desde el feminismo al patriarcado. Utilizando la música como escenario en la década de los 90 consiguieron montar exposiciones, fanzines, películas y canciones que sirvieron de altavoz para una lucha renovada, un feminismo escrito desde la rebeldía juvenil, llevando el arte y la cultura por bandera.

El punk, gran protagonista de este movimiento, era hasta entonces un lugar copado por hombres. Con el Riot Grrrl sucedió algo parecido a lo que denunciaban las Guerrilla Girls, y es que las mujeres artistas también tienen cabida en los escenarios, los museos y el mainstream.

A su vez, se sumaba un hecho interesante, y es que las artistas vinculadas al Riot Grrl no eran académicas brillantes ni se asociaban a los estereotipos asociados al género femenino. Los nombres de Bikini Kill, Kathleen Hanna y Kathy Acker son imprescindibles para entender este movimiento.

Hoy en día sigue presente esta filosofía en muchos países. En España tenemos los ejemplos de Dover y Las Vulpes. Y a nivel internacional, el caso más conocido es el de las rusas Pussy Riot.

Manifiesto Riot Grrrl publicado en Bikini Kill Fanzine (1991)

El sexismo en el arte sigue siendo una barrera que hay que derribar. La mayoría de museos y galerías en el mundo desplazan a las mujeres artistas, y este fenómeno también se ve en otras disciplinas, como la música o la política.

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