Contra el Leviatan y contra su historia
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Contra el Leviatan y contra su historia

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Este libro explica la historia de cómo apareció y cómo se ha desarrollado la civilización dominadora, no desde una distancia abstracta y dogmática, sino con una intimidad y lucidez que se hace agudamente relevante para entender las hipocresías y jaulas disfrazadas que nos rodean en nuestro presente.

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Siguiendo las pistas del Leviatán

¿Quién es el monstruo que está matando el planeta, borrando de la faz de la tierra todo lo salvaje y convirtiendo la libertad en una mentira piadosa?

CAPITULO 24

A la figura en el centro de su obra maestra, Fredy Perlman la llama “Leviatán”. Este monstruo bíblico ya fue, desde el principio, un símbolo para el imperio babilonio que atormentaba al pueblo semita, cuyos orígenes se encuentran en la huida del dominio de otro imperio. El filósofo inglés Thomas Hobbes hizo del Leviatán una metáfora todavía más infame en su apología por el poder estatal, cuando dijo que lo único que les correspondía a los súbditos era obedecer.

Para Perlman, el Leviatán representa el Estado en su sentido más profundo y amplio; no sólo la institución administrativa de una sociedad, sino la construcción de la sociedad misma, su maquinaria, su espiritualidad muerta, su militarismo, sus relaciones alienadas y patriarcales, su desprecio por la naturaleza y sus tecnologías de poder.

Explica la historia de cómo apareció y cómo se ha desarrollado la civilización dominadora, no desde una distancia abstracta y dogmática, sino con una intimidad y lucidez que se hace agudamente relevante para entender las hipocresías y jaulas disfrazadas que nos rodean en nuestro presente. Nos obliga a presenciar la guerra contra la comunidad, la abundancia y la naturaleza —y la expansión de esta— generación tras generación, empezando en la época de Sumeria y siguiendo hasta el día de hoy. Capítulo a capítulo, vamos conociendo la gran máquina en la cual estamos atrapadas. Es un conocimiento que inspira odio y alivio a la vez, mostrándonos todo lo que nos ha sido robado y conectándonos con una resistencia tan antigua como la dominación misma.

Como bien dice su título, Contra el Leviatán y contra su historia, este libro no pretende situarse en una neutralidad erudita, sino que es una contribución a la lucha, un intento de desenmascarar el monstruo para que las personas atrapadas en sus entrañas podamos quitarnos la armadura psicológica que nos hace identificarnos con lo que nos domina.

No obstante, Fredy basó este relato en una investigación que duró media década y le llevó a sitios arqueológicos en tres continentes. Aunque utiliza un lenguaje tirando a lo poético —muchas veces la sensación que tiene la lectora es la de estar sentada al lado de la hoguera escuchando los cuentos que cuenta el abuelo— entrelaza en el escrito referencias a docenas de escritores, historiadores y filósofos (la mayoría de ellos fieros defensores del Leviatán) además de poesía, leyendas y citas irónicas.

A lo largo del ensayo, va creando un lenguaje propio, apropiado de la historia de nuestras derrotas y desastres, que sirve como arma, como flecha ardiente que dispersa las mentiras que nos han cegado para señalar claramente nuestro enemigo. Es un lenguaje que también sirve para desmitificar el pasado y mostrar una continuidad en la dominación durante miles de años.

Observando como los sumerios no tenían ninguna palabra para “esclavo” ni “trabajador” (es en ese momento cuando, por primera vez en la historia humana, se introdujo el trabajo forzado), decide etiquetarles de “zeks”. Zek lo toma prestado de Archipiélago Gulag. Es jerga rusa para referirse a preso o recluso en los campos de concentración de la Unión Soviética. Esta elección irónica pone de relieve como ha habido tantas excusas, coartadas y mitologías acerca del trabajo forzado como ha habido leviatanes, civilizaciones autoritarias. Se ha justificado el trabajo forzado por la condición de ser extranjero, de ser cautivo de guerra, de ser deudor, de no tener sangre noble, de ser del continente equivocado, de ser delincuente, de ser proletariado e incluso de ser enemigo del proletariado. Pero al final, es lo mismo. Desde que apareció el Leviatán, siempre ha necesitado convertirnos en zeks.

Perlman se empeñó en no utilizar formas leviatánicas para contar la historia del Leviatán. Subraya el concepto de his-storia, “la historia de él”, para visibilizar y criticar la manera en que nos han enseñado la historia de nuestro presente, de la que se supone es “nuestra” civilización. Ridiculiza el patriotismo, la megalomanía, la teleología de estos relatos que hacen desaparecer todo lo que no conviene y hacen de cárceles abiertas, patrias, y de asesinos en masa, héroes.

Es una narración sumamente humana. No mide esta historia en años, sino en generaciones y nos recuerda lo que podría significar ser humano, celebrando la abundancia de la comunidad y de la Madre Tierra.

Fredy Perlman nació en Brno, Chechoslovaquia, el 20 de agosto de 1934. En 1939 huyo con sus padres y su hermano menor. Todos sus parientes que quedaron en Europa fueron asesinados por los Nazis.

El único país que aceptó a la familia Perlman fue Bolivia. Pasaron seis años en Cochabamba, los cuales Fredy siempre recordaba con alegría. Aunque en su familia hablaba checo y alemán y su padre también hablaba yiddish, Fredy consideraba que su lengua materna era el español.

En 1945 migraron a Estados Unidos, primero a Mobile (Alabama), y después a Nueva York. En el año ’52, se matriculó en una universidad pública en Kentucky, donde su familia se había trasladado poco antes. Pero sólo un año después, Fredy marchó a California. En la universidad de Los Angeles, tuvo una experiencia importante cuando el periódico estudiantil se enfrentó con las políticas del mccarthismo —patriotas, anticomunistas y de derechas— de la administración. Fredy y los demás fueron expulsados del consejo editorial y decidieron editar un nuevo periódico autogestionado. Cuando éste se acabó debido al poco apoyo del cuerpo estudiantil, dejó la universidad y se fue a vivir a Ciudad de México durante un tiempo. Acabó la carrera un año más tarde, de nuevo en Kentucky.

Fue a la universidad de Columbia, Nueva York, para estudiar filosofía y ciencias políticas. Para pagar la matrícula y el alquiler trabajó de tipógrafo. Ahí, en 1957, se conocieron Fredy y Lorraine Nybakken, quienes compartirían incontables proyectos y viajes durante las siguientes décadas. En Nueva York, a parte de sus estudios, los dos se volcaron en movimientos de protesta anti-guerra, anti-nuclear y de solidaridad con Cuba. También encontraron amistades en miembros del Living Theater, una compañía de teatro callejero y anarquista.

A principios de 1963, en un momento de escalada de la Guerra Fría y al borde de guerra nuclear, Lorraine y Fredy dejaron atrás el ambiente de patriotismo ciego para mudarse a Europa. El gobierno socialista de Checoslovaquia no le permitió a Fredy residir en su país natal, pero encontraron acogida en Yugoslavia. Lorraine, una música consumada, encontró trabajo de violinista en la Ópera de Belgrado, una posición que le ofreció la oportunidad de viajar por el bloque socialista. Fredy aprendió el serbocroata en poco tiempo y se matriculó en la Facultad de Economía en la Universidad de Belgrado para hacer un máster, seguido de una tesis doctoral en la Facultad de Derecho. En el último curso trabajaba para una comisión estatal de planificación económica con la meta de hacer avanzar a la región “atrasada” de Kósovo.

En esta época, la autogestión económica y las cooperativas de Yugoslavia tenían bastante fama entre las izquierdas occidentales. Pero su experiencia fue una decepción. Como explica Lorraine, “Aprendimos rápidamente que los yugoslavos no compartían el entusiasmo Occidental por la autogestión obrera, la cual consideraban un artilugio de relaciones públicas que servía para camuflar las relaciones convencionales entre los obreros y la dirección.” Y mientras la mente de Fredy prosperó estudiando economía marxista, la experiencia práctica en la comisión de planificación—su ineficiencia burocrática, su autoritarismo, sus efectos nocivos y su desprecio para los autóctonos sujetos de dicha planificación—le llevó a otras conclusiones. Esta experiencia fue el principio del rechazo definitivo que desarrollaría respecto al marxismo, a la industrialización y al Estado mismo. Pero más conmovedora fue su experiencia con la represión política en Yugoslavia, país que se suponía el más libre del bloque socialista. En esta época estableció una estrecha amistad con Velimir, un marxista que había pasado ocho años en la cárcel por su disidencia a las políticas del Estado. En los ’70, le enviaron de nuevo a la cárcel, donde murió.

En 1966, volvieron a los Estados Unidos por causa de una enfermedad y cirugía que había sufrido Lorraine. No fue del todo un cambio no deseado, dado que en los años que habían pasado, el país se había transformado bastante, debido a una resistencia cada vez más amplia a las guerras, al racismo y a la cultura represiva. Una recomendación de un profesor de Belgrado consiguió para Fredy una plaza de profesor en una universidad pequeña en el estado de Michigan. Enseñó ciencias sociales durante dos años, introduciendo un método libertario que denominó “educación crítica”. Pronto, Fredy se hartó del patriotismo ciego y la represión intelectual ejercida por los propios profesores.

Dejó la universidad y se fue a Europa a visitar amigos y enseñar un curso de corto plazo en Italia. Por casualidad, se encontró en París durante la revuelta de mayo del 68 y se entregó a la insurrección, participando en un grupo de estudiantes y obreros que intentaron crear vínculos solidarios con los obreros en las fábricas automovilísticas de las afueras. Vería, de primera mano, como los sindicatos tomaron el papel de frenar la revolución.

De vuelta a los Estados Unidos, él y Lorraine se mudaron a Detroit, ciudad industrial ya en declive, sacudida por la revuelta antiracista del 67. En esta ciudad, crearon un grupo radical que se centró en una imprenta cooperativa, no comercial y abierta a todo el mundo. Fredy y Lorraine se volcaron en la tipografía y la traducción, comenzando con otros amigos la edición de una larga serie de textos. Lorraine, su hermana Ruth, Fredy y unos amigos más editaron las primeras traducciones en inglés de las obras de los Situacionistas. El grupo editorial que crearon, Red & Black, también publicaría Historia del movimiento majnovista (traducido al inglés por primera vez por Lorraine y Fredy), Ensayos sobre la teoría de valor de Marx de I.I. Rubin, La revolución desconocida de Volín, Wildcat! (sobre una huelga salvaje que ocurrió en Detroit en el 74), y unos cuantos textos más de Fredy.

Al principio, tenían que defender su proyecto ante unos cuantos militantes leninistas que intentaron tomar el control de la imprenta. Aunque no sabían de tipografía, ni edición, ni traducción, veían el grupo informal de gente que operaba la imprenta como un proletariado inconsciente a la espera de un cerebro revolucionario. Mala sorpresa se llevaron los leninistas dogmáticos que intentaron convencerles o confundirles en un debate.

Gran parte de su entorno se autodenominaba anarquista, pero Fredy nunca utilizó ninguna etiqueta ideológica. Se sentía muy atraído por la tradición anarquista, pero, por otro lado, en Francia y en Estados Unidos había conocido a anarcosindicalistas que querían deshacerse del gobierno sin cuestionar la organización industrial de la sociedad, defecto también compartido con algunos de los anarquistas clásicos, como Kropotkin. También en la revuelta de mayo del 68 se dio el caso del anarquista que se hizo bastante famoso asumiendo el papel de representante del movimiento delante las cámaras de televisión. Otra experiencia bastante desagradable para la gente de Red & Black fue su relación con uno de estos “anarquistas comerciales” mencionados en el primer capítulo, uno que dirigía una editorial anarquista que se interesaba más por la venta de libros a un precio inflado que por la difusión de prácticas y relaciones anárquicas; intentó explotar a los compas de la imprenta como mano de obra barata.

Con los años, Fredy y Lorraine crearon un entorno muy cálido a su alrededor. De pronto se encontraron con el círculo de Fifth Estate, revista disidente que con el tiempo se identificaría con el anarquismo (y que actualmente constituye la publicación libertaria más antigua de Norteamérica, cumpliendo este año su quincuagésimo aniversario). La mayoría de los integrantes de la imprenta se afiliaron a los IWW, sindicato anarquista. Su círculo también incluía artistas, bohemios, músicos, revolucionarios negros y amigos radicales de otros países. Al otro lado del estrecho que separa Detroit de Canadá vivía un anarquista en exilio, Federico Arcos, antiguo miembro de la CNT y luchador de la Guerra Civil, originario del Clot, Barcelona. Informados tanto por las luchas traicionadas en Detroit, París, Belgrado y Barcelona, compartían un rechazo al papel conservador de los sindicatos, los políticos y las instituciones supuestamente revolucionarios.

Fredy produjo un impacto grande con sus escritos. De particular importancia son el acerbo Manual para líderes revolucionarios, firmado por el seudónimo irónico de Michael Velli; La reproducción de la vida cotidiana; Cartas de insurgentes; y Contra el Leviatán.

Durante largo tiempo, Fredy soñaba con escribir una historia sobre las megamáquinas—para utilizar el término de Mumford—que absorbían las personas y los otros seres vivos, la tierra misma, como recursos o combustible, acabando por destruirlo todo. Situó esta narrativa en su tierra adoptiva, Detroit, y se enfocó en los pueblos originarios del territorio y los colonizadores que iban llegando. Este libro se publicaría, de forma incompleta y póstuma, bajo el nombre The Strait, el Estrecho, significado de “Detroit”, nombre proveniente de los colonos franceses.

Pero mientras se dedicó se puso en serio a hacer la investigación para éste, en 1977, decidió primero organizar de forma más global todas las historias que iba absorbiendo. Así nació Contra el Leviatán, como intento de narrar los orígenes del “espíritu occidental”, la civilización, la dedicación sistemática a la muerte que hacía tiempo ya había envuelto todo el planeta. Lo publicó con Black & Red en 1983. Fredy volvió a trabajar en El estrecho, pero este trabajo fue interrumpido por temas de salud.

Desde pequeño tenía una válvula defectuosa en el corazón. En 1976 le hicieron una cirugía para reemplazar la válvula, pero unos años más tarde esta volvió a fallar. Fredy albergaba muchas críticas hacia su experiencia con la medicina institucional, pero cuando su salud fue de peor en peor, no veía otra opción. Le volvieron a operar el 26 de julio de 1985, pero después de reemplazar las válvulas, no le pudieron reanimar.

Lorraine y las compañeras y compañeros de Fifth Estate siguieron con sus proyectos compartidos y publicaron unos últimos textos suyos después de su muerte. Siguen allí en Detroit, haciendo difusión de las ideas libertarias y manteniendo vivas las memorias de nuestras luchas.

  • Autor: Fredy Percman
  • Editorial: Descontrol
  • ISBN: 978-84-17190-74-3
  • Páginas: 460

Tipo de producto
Libro
Editorial
Descontrol

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